Haradim II

El regreso de los héroes

domingo, 22 de marzo de 2009

Fecha 8: 15/03/09

Javaren


Extracto del diario de Nike Baenre.
Un día antes de la Batalla de Imerion.
Año 62 DBN.


Salimos de Josper camino a Imerion. Era la primera vez que iba a esa ciudad, jamás había tenido la posibilidad de ver “la ciudad de los reyes”. Hicimos un alto en el bosque y fui a hablar con Selene, creo que aún no me animaba a conversar con mi madre, aunque en ese momento fuera inconsciente.
-Selene ¿estás bien?
-Sí.
No me lo creía, le toqué el hombre, ya no estaba helado, era otra vez la calidez de mi amiga. Casi no podía creer que estuviera otra vez allí conmigo. Selene me señaló hacia Nuredum, el cielo sobre las montañas estaba cubierto de nubes negras.
-Es lo que vio Lile, va a salir el Jurgenot.
-Puede que ya haya salido…
Eso no era nada bueno, pero no había mucho que pudiéramos hacer.
-No tiene sentido ir ahora- le dije.
-Sería ir a la muerte.
-Me da miedo preguntarte qué pasó en Agún- ella hizo una mueca, como diciéndome que ni siquiera podría imaginármelo- No quiero saberlo. Perdoname por haberte dejado sola.
-Ahora estoy acá otra vez.
-¿Quién te trajo?
-Tu tío. Me sacó de Estigia y después me llevó al infierno a buscarte- Definitivamente mi tío no era lo que se puede llamar “un romántico”…
-No, mi tío no iba a buscarme a mí, iba a buscar esto- le dije señalando la espada de los planos.
-Ah! Mirá vos…
-Él no sabía que estaba ahí, y no era mi idea tampoco terminar en el infierno. Se encontró conmigo por casualidad.
-No te puedo dejar sola que te mandás una cagada tras otra.
-¿Cuál de todas?- le dije sonriendo.
-No sé… vos decime…
-Bueno, si te referís a las recientes… a ver, vayamos de atrás para adelante. Me casé con el rey de los demonios, antes de eso me fui con mi primo Orión y destruí su ejército en Nuredum cuando fui en ayuda de Zug… Te dejé sola en Agún…
-Te enamoraste de un generalcito, te fuiste a Josper a trabajar de prostituta y resultó que ¡Emme es tu madre!
-Yo no puedo elegir a mis padres.
-Emme, tu peor enemiga- dijo acentuando la última palabra.
-¡Ya sé! ¿Qué querés que haga?
-Está claro que no puedo dejarte sola…
Sonreí, yo había sido la que la dejó sola y en Agún había muerto por mi culpa.
-Ahora tengo que hablar con ella…
-¿Con tu tía? Digo… con tu madre… ¿por qué mejor no descansás un poco?
-Está bien, tenés razón.
Me acosté a su lado y del cansancio me dormí apenas apoyé mi cabeza sobre la capa hecha un ovillo. No era cómodo pero estaba con Selene, lo demás no importaba. Me dormí pensando en Goran, Burgen y Zug, rogaba que estuvieran bien.
Al día siguiente seguimos camino a Imerion. Cuando llegamos y vi la ciudad entendí por qué le decían “la ciudad monumento”. Dos enormes puentes eran los únicos accesos a la isla, una avenida principal iba directo hacia el palacio con techos de cristal, dos avenidas laterales la secundaban. Haradim había hecho construir la ciudad en honor a sus victorias. No era la idea que el enemigo llegara hasta allí, la ciudad era prácticamente indefendible. La muralla, si es que podía llamarse así, parecía de papel. Tenía dos torres principales, la de St. Cuthberth, que anteriormente había sido la sede de los caballeros de la Orden de Haradim y la torre que ahora era la sede de los ministerios. Habitaban allí trescientas cincuenta mil personas, ahora eran muchas menos, los civiles habían sido evacuados.
Cabalgamos directamente al palacio, por la avenida principal se hallaban las estatuas de los héroes de Haradim, alcancé a leer Balder y varios otros nombres más que no conocía hasta que llegué a Zelgaris, mi tío, esposo de Shezabé. Recordé el cuadro en Hidden Forest, era muy parecido. Había creído por unos días que él era mi padre. Me pregunté quién lo sería ahora, era un misterio. Aún no había logrado juntar fuerzas para hablar con Shezari.
Un guardia nos detuvo, le entregué la carta que me había dado Burgen y nos dejaron continuar. Cuando llegamos cerca del palacio Shezari me dijo:
-Dame eso- y me pidió la carta.
-¿Qué vas a hacer?
-Vos dámela.
En fin, era Emme, no iba a cambiar porque fuera mi madre.
Entró mostrando el papel, dudo que alguien lo pudiera haber leído, iba caminando demasiado rápido y comenzó a abrir las puertas con telekinesis. Los guardias se paralizaban a su paso. La seguí, no iba a permitir que cometiera ninguna locura. La sala tenía una enorme escalinata que llegaba hasta el trono, me recordó bastante a la sala del trono de Azmodeus. Sviden estaba al fondo, sentado en su pequeño trono, una mesa llena de papeles se interponía entre él y los visitantes. Emme se quedó atrás junto a Jazir y a Selene, yo avancé. Me senté frente al escritorio y él dejó de firmar los papeles para mirarme.
-Nike, qué sorpresa- aunque no parecía sorprendido.
-Me gustaría que me responda algunas preguntas.
-¿Y por dónde querés que empiece?
-Cincuenta y dos años atrás.
-A ver, creo que no entendés…
-Por eso, vine a que me explique. Empiece por cincuenta y dos años atrás cuando me separaron de mi madre ¿usted conoció a mi abuela no?
-Hace cincuenta y dos años nació una heredera a una casa de Garrath… y teníamos que protegerla.
-Y por eso me separaron de mi madre…
-Ella también estaba en peligro ¿Por qué te pensás que decidimos hacerlo? Para que no lograran manipularte, para que no pudieran convertirte en el nuevo emperador. El problema fue que Shezabé no pudo hacerlo y te entregó nuevamente a tu abuela, pero habíamos logrado ocultarte.
-No me parece una buena razón para separarme de mi madre y decirle que había muerto… pero bueno, ya que ustedes son los que saben, ahora nosotros tenemos que lidiar con las consecuencias de sus malas decisiones, así que supongo que nos van a ayudar con eso- dije señalando hacia fuera.
-Yo ya no tengo más que hacer, mi tiempo ya pasó.
-O sea que se va a lavar las manos…
Él sacó una cajita y me la entregó. La abrió frente a mí, era una pluma de plata igual a la que tenía mi tío Jazir, y que le había entregado mi madre.
-¿Qué es esto?- le pregunté.
-Eso es el símbolo de una organización secreta, “la pluma de plata”.
-Mi madre tenía una igual ¿de quién es?
-Esa es mía, la otra era de Balder- había visto su estatua afuera, parecía alguien importante.
-¿Quién es Balder?
-Es tu padre… y también es el padre de Iskander.
¿Qué? ¿Mi padre? ¿El padre de Iskander?
-Eso no puede ser… yo soy cadormen y él es semidragón.
-Vos sos semicadormen y él es semidragón. Cuando no pudieron crear un nuevo emperador usándote a vos, fueron en busca de otro.
Ahora estaba demasiado confundida como para seguir hablando.
-Bueno, creo que hay alguien a quien tiene que darle explicaciones ¡Shezari!- la llamé, creo que era la primera vez que la llamaba así- Ahora va a tener que explicarle por que la separó de su hija por cincuenta y dos años.
Me levanté y vi como ella tomaba mi lugar. Lo agarré a Jazir del brazo y lo conduje hacia fuera.
-Vamos, hay cosas que hacer.
Sabía que Trenton estaba en la ciudad, había visto a los jinetes de Rittardast entrar en formación poco después que nosotros, así que fui a buscarlo. Mi tío desapareció una vez más y yo me dispuse a ver con qué contábamos. Los números eran tan desalentadores que la batalla parecía perdida antes de comenzar. Treinta mil campesinos, hombres y niños que con suerte podían sostener un arma, diez mil jinetes a las órdenes de Trenton, veinte mil hombres de las fuerzas de Haradim, no mucho mejor entrenados que los campesinos, quince mil más entre arqueros de Elgart, cadormen, centauros, y una legión de Garrath de cinco mil hombres a las órdenes de un niño que no parecía mayor de diecinueve años. Cuando Trenton me lo señaló no lo podía creer ¿ese era V’nef Aradiel?
-No te preocupes- le dije- cuando llegue Iskander seguramente él los comandará- y pensé en lo que me había dicho Sviden, él era mi hermano, aún no podía creerlo… pero me alegraba que así fuera.
Decidí ayudar con la muralla, no había mucho más que pudiera hacer.

Estaba ocupada ayudando a reforzar la muralla, hacía casi cinco días que no dormía, cuando escucho que alguien me dice:
-No te va a servir de nada hacer eso- era mi madre.
-¿Podrías ayudar no?
-Vení- me dijo y me agarró de la mano. Me llevó hasta la muralla y me mostró las afueras de la ciudad.
-Hay otras cosas que podemos hacer.
-Sí, tirar abajo los puentes, pero nos pueden bombardear…- le dije. Mientras pensaba que necesitaba que Zug llegara rápido. Él iba a saber cómo reforzar la muralla.
-Esa muralla no va a resistir.
-Al menos estoy intentando hacer algo… Yo no sé de estrategia, tenemos que esperar que lleguen Iskander, Burgen o Goran.
-Hay gente capacitada acá.
-Sí, Trenton, ya hablé con él.
-No entendés, cualquier estrategia no va a servir de nada. Hay una sola forma en que podemos ganar esta guerra.
-¿Qué sugerís?
-Esa espada, hay que enviar a Vekna a otro plano, pero para eso tenemos que entrar adentro del Jurgenot. Luego hay que destruirla.
Lo decía como si fuera muy fácil.
-Eso no es algo que voy a decidir yo sola…
-¿Y si tuvieras que hacerlo?
-Lo vería en el momento.
-Ay sí… lo vería en el momento…- dijo con esa voz que odiaba que usara. Pensé: “Es tu madre, es tu madre”. Bueno, no iba a cambiar de un día para el otro.
En ese momento apareció Jazir.
-Hola tío.
-Buenas…
-Tenemos que esperar que lleguen los demás, seguramente mi hermano Iskander sabrá que hacer.
-¿Qué?- dijo Shezari.
-Sí, Iskander es mi hermano.
-¡Ah bueno!- dijo Jazir.
-¿Y quién te dijo eso a vos?-me preguntó mi madre.
-Sviden
-¿Y le seguís creyendo a Sviden?
-¿Conocés a un tal Balder?
La expresión de Shezari cambió por completo.
-Bueno, Balder es el padre de Iskander, así que si lo conocés entonces también es el mío.
Ella me miró como confirmándome que sí lo conocía.
-¡Ah mirá! Seguro ese de allá también es tu hermano. Ese maldito…- empezó a señalar a cualquiera diciendo que todos podían ser mis hermanos.
-Entonces es verdad lo que me dijo Sviden- creo que estaba demasiado feliz con esa noticia, siempre había querido tener un hermano.
-¿Y vos que pensás hacer?- le dijo mi madre a Jazir.
-Ir a Athos. Pero necesito ayuda para llegar ahí…- seguramente estaba pensando en la espada.
-¿A Athos? ¿Para qué?- le pregunté.
-Tengo unos asuntos que solucionar con mi tío.
-¡Hola! Hay una guerra allá afuera, ¿no podés hacerlo después?
-Es igual a vos…- le dijo a mi madre.
-Si querés yo después te acompaño a ir a matar a tu tío, pero ahora necesitamos ayuda acá, ¿por una vez podés pensar un poco en los demás en vez de pensar en vos?
-No, no puedo, a ver… soy cadormen.
-Bueno, mirá todo lo que pasó por los que piensan como vos.
-Tiene un punto- le dijo Shezari- Ah… había una cadormen ciega afuera, creo que te estaba buscando.
Jazir salió disparado en cuanto escuchó eso.
-¿Quién es esa?- le pregunté.
-El amor de su vida.
-¿Por qué mi mejor amiga se tenía que enamorar de él? En fin, espero que no se haya enamorado en serio.
En ese momento escuchamos un cuerno, miré y ya sobre la ciudad se acercaba un ejército de veinte mil hombres, a la cabeza iban Milo y Anya, unas veinte águilas gigantes los seguían desde el cielo. Era Shezabé. Fui a recibirlos y ellos me dieron la noticia, Burgen estaba muerto, no podía asumirlo, pero las lágrimas brotaron de mis ojos confirmándomelo.
-¿Dónde está Goran?
-La última vez que lo vimos había cargado directamente contra el Jurgenot- me dijo Anya.
No lo dudé, definitivamente Goran hubiera hecho algo como eso sin pensar en su vida ni en las consecuencias. Que me dijeran eso fue lo mismo que me dijeran que había muerto. Vi que Shezabé entraba a la ciudad sin frenarse a saludar a nadie, no me importó, estaba demasiado ocupada llorando.
-Burgen… Burgen…- repetía una y otra vez, tenía miedo de nombrar a Goran, no podía asumir esa realidad. Goran no podía estar muerto ¿por qué siempre me dejaba sola? Estaba llorando en un rincón y la única que vino a consolarme fue mi madre.

No sé cuantos días, horas, minutos pasaron hasta que llegó una segunda comitiva. Miré a lo lejos y lo vi a Zug sentando sobre su cañón, grité su nombre desde la muralla y él movió su mano para saludarme, fui a recibirlo, fue una gran alegría volver a verlo.
-Zug que bueno que viniste, tenemos una muralla que reforzar- le dije cuando estuve a su lado.
-Tengo varias ideas.
-Te lo encargo.
Y no pude reprimir las lágrimas de emoción cuando vi que Burgen cerraba la fila. Venía totalmente desnudo, sin espada, sin armadura.
-¡Tapate!- le dije y le arrojé mi capa- ¡Tonto! Me dijeron que habías muerto.
-Yo le ofrecí ropa pero no quiso- me dijo Zug.
No pude evitar sonreír.
-¿Dónde está el cuerpo?- le dije ahora muy seriamente.
-¿Qué cuerpo?
-El de Goran- mi expresión había cambiado por completo. Él miró hacia atrás y dijo:
-¡Hablá estúpido!
Había un hombre que venía detrás de Burgen, él era tan alto no había logrado verlo. Se sacó la capucha, era Goran y le faltaba un brazo.
-¿Vos crees que un Jurgenot puede matarme?- me dijo.
Corrí hacia él y me abracé a su cuello. Él me abrazó con el único brazo que tenía y nos besamos.
-¿Estás bien?- le pregunté.
-Sí.
-Hay que decirle a Lile que recupere tu brazo.
-No te preocupes, no quiero molestar a esa niña. Tengo otra idea.
Vi que Burgen se dirigía hacia el palacio con Zug.
-Necesito que me lleves con el líder de las tropas de Garrath.
-Deberías descansar un poco.
-Primero llevame con él. No tenemos mucho tiempo.

Burgen fue a buscar primero a Milo y a Anya, ambos ya se encontraban en debate con Trenton. Fue tal cual estaba, con mi capa de taparrabos.
-¿Podés vestirte no?- le dijo Anya, pero lo abrazó y lo besó, estaba feliz de verlo otra vez con vida, quién más que yo para entenderla, no era una tarea fácil para los que se quedaban esperar a aquellos que habían ido a combatir.
-Capitán- le dijo Milo.
-General- lo corrigió Burgen- preparen a todo el ejército, que estén formados a mi regreso. Voy a hablar con Sviden.
-Así lo haremos, General.
Y ahora sí Burgen se dirigió hacia la sala del trono a hablar con Sviden. Creo que ese día estuvo más solicitado que nunca, todos queríamos hablar con él.
-General, ¿cómo le va?- le dijo Sviden.
-Buenas tardes. Tengo algunas preguntas para hacerle. Además necesito que me ayude a conseguir nuevo equipo. El mío lo perdí adentro del Jurgenot.
-Vamos primero con las preguntas entonces…
-Quiero saber de mi padre.
-Él fue un gran hombre, es una pena pero él esta muerto. Fue hace dos años.
-¿Dónde?
-En Bakun, al sur de las Tierras Salvajes.
-¿Qué fue a hacer allí?
-Lo mismo que hizo en Nazur, tratar de expandir su mensaje. Los orcos tomaron a mal que los fueran a civilizar. Es una gran pérdida, no todos pudieron comprenderlo.
-Una pena realmente no haberlo conocido.
-Mucho de su espíritu vive ahora en usted. Él estaría orgulloso, como todos nosotros.
-Algunos, no todos.
-Yo por lo menos sí, y supongo que Iskander también.
Burgen le dijo a Sviden que cuando había estado adentro del Jurgenot vio como le disparaban balas de luz y que eso le hacía mucho daño. Shezabé le había dicho que la única forma de terminar con todo eso era destruyendo la espada y solo un arma con un espíritu elemental en ella podía hacerlo, como la lanza de Iskander. Sviden le dijo que Shezari le había dicho lo mismo, tenían que enviar a Vekna a otro plano y luego destruir la espada.
Mientras hablaban lo conducía a las catacumbas. Tomó unas llaves y abrió una puerta desvencijada. Los goznes chirriaron, hacía mucho que nadie la había abierto. Burgen vio que del techo colgaba una enorme espada, era negra pero se veían vetas rojas bajando del mango y cruzando el filo.
-¿Y esta espada?- le preguntó.
-Pertenecía a un gigante de Godham. A él le atribuyen las forjas del infierno. Es una espada de fuego.
-¿Es demoníaca?
-No.
-Se lo agradezco.
Sviden le señaló la vaina que colgaba de una pared. Burgen agitó la espada, parecía que adentro había lava moviéndose. Se la colgó cruzada a la espada.
-¡Ah! ¿Usted anda con el amigo Zug no?
-Sí.
-Cuando lo vea, dele esto- dijo y le entregó un martillo que cuando Burgen lo tomó pareció tronar- Y por favor avísale a Nike y a Jazir que tengo que hablar con ellos.
Ya no había nada más que decir así que Burgen fue a buscarlo a Zug.
-Un regalo de Sviden- le dijo a su amigo.

Iskander había logrado salir del Abismo, llevando consigo a Jaria. Camino a Imerion pasó por Morwell y le pidió a Alessia:
-Ya que todo esto se originó solamente porque vos estabas aburrida y se te ocurrió abrir las puertas del abismo, te agradecería que nos des un par de elfos de los tuyos par arreglar tus mocardos.
-Está bien ¿qué querés?
-Lo que puedas ofrecer.
-Te podés llevar ciento cincuenta mil quimeras, aunque no creo que te sirvan de mucho.
-A esta altura toda ayuda sirve.
Cuando sobrevolaron Rittardast vieron que estaba incendiada, el paso de Firehorn era una visión realmente tétrica, había cadáveres sobre las paredes del paso. A lo lejos vio como el Jurgenot se acercaba irremediablemente a Imerion.
No muy lejos vieron una manada de caballos, pero venían por el cielo, eran asperis. Iskander había perdido su montura en la batalla una vez más, quizás no era una mala idea ir a buscar una.
-Sería mejor que bajáramos. La última vez que me vieron con esta forma yo era el Corruptor- dijo Jaria. Iskander sabía que ella tenía razón y descendieron. Ella volvió a tomar la forma de una hermosa mujer pelirroja.
Iskander se acercó a uno de los caballos, uno lo coceó y él le acarició el morro. El animal iba a dejar que lo montara.
-¿Preparado?- le dijo el caballo.
-Dale que va.
-Mirá que yo vuelo eh!
-Yo también.
Iskander y sus compañeros subieron a los caballos y el resto de la manada los siguió. Ahora tenían veinte mil caballos para hacer frente a las fuerzas de Vekna, quizás no parecía demasiado, pero toda ayuda en ese momento era vital, hasta los enanos habían decidido ayudar, habían llegado con Burgen y ahora se preparaban para combatir. Todos sabían que si perdíamos esa batalla era el final de Haradim.
Burgen fue a ver a Lile y a Shezabé. Ellas estaban en la torre de St. Cuthberth con los clérigos.
-Tengo una idea. Creo que podemos bendecir el agua del río y luego arrojarla contra el mar de no muertos, eso podría bajar sus defensas. No sé mucho de esto pero seguro ustedes lo pueden mejorar.
-No se preocupe General, nosotras nos vamos a encargar- le dijo Shezabé.

Dejé a Goran con V’nef Aradiel y lo fui a buscar a Jazir, quizás ahora que ellos habían vuelto podía hacerlo entrar en razón, lo necesitábamos allí, no en Athos. Pasó algún tiempo hasta que logré dar con él y casi al mismo momento nos interceptó Burgen.
-Sviden quiere hablar con ustedes, creo que quiere entregarles algo- miré a Jazir, pero él tampoco parecía saber que podía ser.
Cuando llegamos a la sala del trono vimos que Sviden arrastraba una bolsa. Creo que en ese momento vi por primera vez su fragilidad. Él también era un mortal como nosotros después de todo. Cuando lo vio venir a Jazir le entregó la bolsa.
-Esto les va a servir. Ahora solo tienen que decir quién se va a quedar con qué.
Jazir vació el contenido sobre la mesa. Eran una espada y dos cimitarras. Levantó la espada, le faltaba la punta y los dragones labrados en la hoja brillaron cuando la sostuvo en alto.
-Es la espada de Nellens.
Jazir parecía fascinado con ella así que yo tomé las cimitarras. Eran livianas y parecían bastante mejores a las que había perdido.
-Son cimitarras fabricadas por los sirvientes de la diosa de la oscuridad.
Era un regalo demasiado grande, pero después de todo íbamos a pelear contra un Jurgenot, mejor que estuvieran con nosotros y no archivadas y olvidadas en algún sótano.
Lo fui a buscar a Goran, estaba con los warforged que le habían implantado un brazo metálico.
-Mirá lo que tengo ahora- me dijo sonriendo.
-Está bien, si sos feliz…- le sonreí.
-No te preocupes, no te voy a tocar con esto.
-Más te vale…
Cuando entró Burgen con le mostró a Goran su nueva espada, era un poco más chica que la fullblade, pero parecía tener lava adentro. Además le habían entregado otra armadura como la de los mirmidones negros. Goran tocó la espada con el brazo de metal, luego me tocó el brazo a mí, ahora estaba tibio.
-¿Qué te hiciste?- le preguntó Burgen.
-¿No te gusta?- dijo moviendo los dedos de metal.
-Dejalo, creo que es la primera vez que lo veo tan contento- le dije.
-¿Cómo que es la primera vez?
-Estoy seguro que lo habrás visto más contento- dijo Burgen y yo me reí.
-Goran- era una voz que lo llamaba directo a su mente.
-Iskander ¿dónde estás?
-Estoy llegando.
-Gracias a dios…
-Somos cuatro.
-¿Cuatro?- Goran sabía que solo habían partido tres.
-Vengo con Jaria, mi madre.
-Ya le digo a Zug que te fabrique un paso.
-Eh… venimos volando.
-¡Zug! Iskander viene volando fabricale un camino- Zug que no estaba muy lejos se dispuso a cumplir con el recado moviendo los cañones a la dirección que le indicó Goran.
-¿Está ahí Burgen? Burgen, que bueno saber que seguís ahí, estoy llegando- pero él si bien podía escucharlo, no podía responderle- No te preocupes ya vas a aprender.
-¿Viene Iskander?- les pregunté- Tengo que hablar con él cuando llegue.
-¿Qué tenés que hablar con él?- me preguntó Goran. Sí, tenía que asumirlo de una vez, era demasiado celoso.
-Es que… ustedes no saben… Iskander es mi hermano- creo que disfrutaba demasiado ver las caras de mis interlocutores cuando se los decía.
-¿Qué?- dijeron Burgen y Goran a la vez.
-¿Qué son sordos? Les dije que Iskander es mi hermano, hoy me enteré que mi padre fue Balder.
-¡Hola cuñado!- le dijo Goran a Iskander.
-¡No le digas!- no quería que nadie me arrebatara esa satisfacción.
-¿Qué decís?- le preguntó Iskander.
-Nada, ¿me repetís lo que pensás de los cadormen? No deberías pensar así, quizás ellos sean parte de tu familia…
Un ruido de cañones de luz blanca cubrió el cielo, era Zug que e estaba abriendo un paso a Iskander y a sus acompañantes.
-¿Quiénes son los que se están yendo?- preguntó Iskander.
-Mujeres y niños, los civiles- le respondió Goran.
-Supongo que todos los que pueden portar un arma están en la ciudad…
-Sí, preparate porque nosotros vamos a tener que entrar adentro del Jurgenot. Creemos que es la única forma de derrotar a Vekna.
-¿Este tipo siempre va a hacer entradas dramáticas no?- dijo Milo.
-No sería Iskander sino- le dijo Burgen.
Iskander bajó del caballo volador, había muchos más que fueron descendiendo detrás del primero. Portaba una nueva lanza de cristal y vestía una armadura extraña, parecía piel de dragón. A su lado estaban Eglas, Ejavra y una mujer de cabello rojo, muy bonita. Lo saludó a Burgen con la mano y le presentó a Jaria.
-Ella es Jaria, mi madre.
-Decile que mucho gusto- dijo el orco.
Saludo a Goran, a Zug y a mí no me saludaba.
-¿Hola no?- le dije moviendo mi mano frente a su rostro.
-Hola Nike.
-Dale decile, decile- dijo Goran, creo que ahora él lo estaba disfrutando más que yo.
-¿Qué le pasa? ¿Qué me tenés que decir?
-Quiere que te diga que somos hermanos.
No sé que habrá pensado pero su rostro tenía una expresión de asombro mezclada con incredulidad.
-¿Cómo se llama tu padre?- le pregunté.
-Balder… se llamaba, ahora está muerto.
-También el mío se llamaba Balder, así que sos mi hermano menor.
-Hola hermana…
-¿Vos lo conociste?
-Sí, era mi padre…
-Al menos vos sí lo pudiste conocer. Ya habrá tiempo para que me cuentes.

Ya estaba oscureciendo cuando Burgen dio su discurso a todo el ejército:
-Pocos saben por qué estamos peleando. Los dioses que vienen a buscar esta puta espada, nada tienen que ver con nosotros y no nos concierne. Entonces ¿por qué pelean?
-Seguimos sin entender, señor- dijo uno de los soldados.
-Te reirías si supieras por qué peleamos- le dijo Iskander que lanza al hombro se dirigía hacia el palacio para hablar con Sviden, su maestro.
-En vez de entender… piensen en sus ancestros, en sus descendientes. Vamos a tener que pelear sin miedo, sin bronca, sin resentimiento, por una vez vamos a unirnos para terminar con todo esto.
Todos los soldados aclamaron sus palabras, cerca de él un chico rubiecito lo aplaudía. Estaba vestido con una armadura de metal blanco con el símbolo de Garrath en el pecho.
-¿Y usted es?- le preguntó Burgen.
-V’nef Aradiel, general de la tercera legión de Garrath. Sus palabras me han llegado. Lamento terriblemente lo que está pasando en sus tierras. Cuando todo esto termine recibirán nuestra ayuda. Mi padre le hizo mucho mal a esta tierra…
-No se preocupe, tiene tiempo aún para remediarlo.
Mientras Zug organizaba a los soldados en la muralla y Burgen terminaba de organizar al ejército, Iskander se disponía a charlar con Sviden. Cuando llegó frente a él se sentó en una silla, puso la lanza arriba de la mesa y exclamó:
-Llegué.
-Por fin…
-No era tan fácil, siempre me das las tareas más difíciles.
-Porque confío en vos. Y ahora vas a tener otra tarea más…
-Sí, algo me dijeron hay que entrar adentro del Jurgenot.
-Es la única forma de derrotar a Vekna, hay que enviarla a otro plano y después destruir esa espada.
-¿La espada? Ah… esa que habían ido a buscar Nike y Lile ¿quién la tiene ahora?
-Nike.
-¿Y después qué?
-Después… me llegaron estos documentos, el reino dejaría de existir, los distintos reinos se separarían.
-Vamos a hacer algo, necesitamos una nación consistente, pero bien creada. No tenemos fuerza para pelear contra Garrath…
-Cuando esto termine voy a retirarme.
-No te vas a retirar, por una vez vas a seguir órdenes.
-Mi tiempo terminó- dijo y sacó un libro y se lo entregó a Iskander. La cubierta rezaba “Tratado de política”- ¿Sabés por qué pasó todo esto?
-Por una estupidez
-Por la gente que se cree que puede decidir por los demás.
-La reina de Morwell dijo que hizo todo esto porque estaba aburrida. En fin, supongo que ahora vamos a tener que arreglarlo- Ah! Antes de irme, si me llega a pasar algo, por favor dale esto a Aiko- sacó un sobre y se lo entregó.
-¿Qué te dice que voy a sobrevivir?
-Sos un gnomo, los gnomos siempre sobreviven.

Cuando Iskander volvió lo vio a Burgen entregándole el mando a Milo, él estaba casi llorando por al emoción.
-Ahora quedás a cargo de todas las fuerzas de Haradim.
Iskander llegó y le entregó su espada.
-Sería bueno que también llevaras esto, y uno de los asperis.
Todos los soldados en formación saludaron a su nuevo general.
“Tres hurras por Milo”
-Te lo merecés, sé que podrás hacerlo muy bien- le dijo Burgen. Anya va a ser la segunda al mando, por favor cuidala.
-Bueno, supongo que ahora tenemos que ir a pelear contra ese Jurgenot- dijo Iskander.
-Sería mejor que fuéramos mañana por la mañana- le dijo Goran.
-Entonces vamos a tomar unas cervezas- dijo palmeando a Burgen en el hombro, él pareció de acuerdo.
-¿Vamos?- le pregunté a Goran.
-Vamos.
-Mamá ¿venís?- le pregunté.
-¿Te parece?
-Si querés… por qué no.
Ella me miró asintiendo. Seguramente para ella también había sido difícil enterarse que yo era su hija. Si bien ahora era la misma Emme que yo había conocido, su actitud hacia mí era totalmente diferente.
-¿Vamos hermano?- le dije a Iskander.
-Vamos hermana- me respondió.
Llegamos a la taberna y nos sentamos en una mesa, no muy lejos mi madre y Jaria se habían puesto a tomar algo juntas. Quizás quisieran hablar de Balder, o de nosotros, no lo sé.
En la mesa principal estábamos Iskander, Goran, Zug, Burgen, Lile, Milo, Anya, Mael y yo, poco después se sumaron Jazir y Selene que venían muy abrazados. Goran levantó su jarra de cerveza y dijo:
-Mañana se terminará esta absurda guerra, vamos a acabar con ese Jurgenot- todos golpeamos los vasos. Esa podía ser la última noche de nuestras vidas, había que disfrutarla. Me subí a la mesa y tomé a Selene de la mano para que me siguiera y bailamos como tantos años atrás.
Los marauders eran incontables, el Jurgenot no tardaría en llegar a Imerion, estábamos a punto de luchar la batalla más difícil y aún así ese había sido el día más feliz de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario